sábado, 22 de julio de 2017

VACACIONES EN EL BLOG


Después de mi primer año con este blog, que tantas satisfacciones me ha dado y que me ha permitido conocer a gente estupenda, pongo las neuronas al sol (o a remojo para que se "empapen" de nuevas ideas) hasta septiembre. En este tiempo me dedicaré a mis dos pasiones, el cine y la lectura. Un saludo a todos los que me leéis y que ¡¡¡paséis feliz verano!!!


Como despedida os dejo un microrrelato acerca de uno de los objetos que más voy a utilizar este verano:


ESPERÁNDOTE

 Alguien pareció abrir una ventana, ya que al momento un aire fresco y arrebatador le recorrió por entero. Fue como un despertar, un resurgir. Pronto unos bellos ojos de mujer se posaron en él. Durante unas horas, su mirada pasó de la alegría a la angustia, de la risa al miedo, y al final, al asombro. Se sentía orgulloso. Estaba cumpliendo su cometido. Cuando la mujer terminó, el libro se dejó cerrar satisfecho. Volvió a las sombras con la esperanza de volver a ser redescubierto algún día. 


martes, 18 de julio de 2017

RELATO: PUNTO Y APARTE



Hace un par de semanas publiqué un relato sobre la felicidad y cómo los caminos para encontrarla no siempre son los correctos. La protagonista era una adolescente desorientada. En este caso he querido hacer esta entrada con un relato también protagonizado por una joven, pero diferente en su planteamiento, enfoque y final.

Fue un placer participar con él en el concurso de relatos LIBRE MENTE organizado por la fundación Agifes, asociación gipuzkoana de familiares y personas con enfermedad mental. El relato tiene un enfoque positivo y tuve la suerte de quedar en segundo puesto.



Hoy me he levantado de la cama como cada día. Pero hoy no es un día como los demás, qué va. Aún así, he querido que en mi casa se respire normalidad. No quiero miradas escrutadotas dirigidas hacía mí que intenten adivinar mis pensamientos, ni movimientos anormales en las actuaciones de mis familiares. Por eso no saben que es hoy cuando ocurrirá.

Mi padre se ha levantado temprano, como siempre, para ir a trabajar. Me ha encontrado sentada en la mesa de la cocina desayunando. Al principio se ha pegado un susto, no me esperaba allí, pero después me ha saludado, se ha partido dos rodajas de pan, ha puesto a calentar el café, y se ha sentado a mi lado con aspecto somnoliento.

El perro es incontrolable, así que se ha sentado en una esquina de la cocina mirándome extrañado. Yo le he dado unas palmaditas en el lomo y parece que se ha quedado a gusto, ya que se ha ido a su mantita y se ha quedado dormido en cuestión de segundos. Los perros simplifican más que las personas. Eso es lo que me gusta de los animales.

Después he ido a pegarme una ducha, ligera y templada, para aplacar un poco la tensión que siento. Sabía que iba a ser así. No me esperaba un camino de rosas. Tengo el pulso un poco acelerado, desde que he tomado la decisión nada más levantarme. Pero ya no hay marcha atrás. Es mi decisión. La tomé con una desacostumbrada lucidez. Así me gustaría que acabara el día.

Cuando he salido de la ducha, mi madre estaba recogiendo los platos del desayuno.
—¿Qué haces levantada tan temprano?— Han sido sus primeras palabras.
—¿Nos vamos?—He dicho como quien dice "que día tan bueno hace". Mi madre se ha quedado suspendida y congelada en el espacio y en el tiempo. La entiendo perfectamente. Entiendo a todos perfectamente. Pero ellos también han sido "entrenados" para estos momentos. Así que su desconcierto ha durado solo unos segundos. Simplemente ha dicho:
—Dame unos minutos para prepararme.

Mientras mi madre se dirige a su cuarto, miro por la ventana de la cocina. Acaba de amanecer. El sol de otoño a veces es de una luz extraordinaria, y he tenido que ponerme la mano como visera. Hará fresco, seguro, todavía no son ni las nueve. Tendré que coger alguna chaqueta de punto o una vaquera. Tengo ropa nueva, quizás un poco pasada de moda, pero hoy en día seguir las tendencias no es el objetivo de mi existencia.

Mi madre ha venido un poco acelerada del cuarto, pero en cuanto me ha visto plantada en la puerta con la chaqueta colgando del hombro, ha disminuido de intensidad el paso, y en un gesto que pretende ser natural, se ha atusado el pelo con las manos mientras se mira en el espejo del pasillo.

—Bueno ya estoy —dice sonriente—¡Espera las llaves!— Se vuelve a embalar.

Al final hemos salido de casa. He preferido bajar por las escaleras en lugar de coger el ascensor. Prefiero que las cosas sucedan de forma paulatina. Por un momento me ha parecido que la mano de mi madre rozaba ligeramente la mía, pero con los ojos muy abiertos le he dado a entender que no hiciera eso. Le ha quitado importancia y ha mirado para otro sitio.

La primera prueba de fuego. Estamos en el portal. No puedo evitar cierto tembleque de piernas y de manos. Mi cuerpo se encuentra tan inestable, que me he tropezado con un escalón mientras una vecina abría la puerta. Me he encontrado cara a cara con ella. No ha podido disimular su asombro, pero mi madre ha terminado con la situación de un plumazo:

—Hola Angelines, vamos a dar una vuelta con el día tan bueno que hace. Hasta luego.
—Pues sí que hace bueno, aprovechadlo bien que han dicho que por la tarde... — Ha seguido hablando, pero nosotras estábamos ya lo suficientemente lejos como para no escucharla.

Noto el sol que me da de lleno mientras me acaricia el rostro una leve y fresca brisa de otoño. Respiro hondo y relajo los músculos. Doy un paso detrás de otro, meticulosamente, mecánicamente, sin pensar demasiado en ello. Hemos girado a la derecha al salir del portal. Vamos sin rumbo fijo. A veces me paro en algún escaparate de moda juvenil o en alguna librería. Precisamente me encuentro mirando unos libros, cuando mi madre me saca de mi recogimiento y me comenta:

—¿Quieres comprarte un libro?— Es una buena idea, pero para eso tengo que entrar a la tienda. Después de una interminable pausa, doy dos pasos decididos y un poco aparatosos hacia adelante y las puertas de la librería se abren como por arte de magia. Ya estoy dentro. De repente el terror se apodera de mí. Unas compañeras del instituto se encuentran en el interior, en la sección de libros de texto. Hago un giro de ciento ochenta grados con un solo movimiento y me encuentro con la cara de mi madre, moviendo la cabeza de un lado para otro:

—No lo hagas, has llegado hasta aquí—. Tampoco he tenido tiempo para reaccionar, una de la chicas se ha acercado seguida del grupo. He sentido el rubor en mis mejillas. Han sido amables, me han dado dos besos, que tenían ganas de verme, que me encuentran muy guapa... Yo casi no he podido articular palabra, pero parece que ellas no se han extrañado de mi reacción. Tras este encuentro, algo ha sucedido en mi cuerpo. Me encuentro invadida por una extraña serenidad. Mi madre está sonriendo. Cada vez está más animada.

Me decido por un libro de suspense, y cuando voy a dárselo a mi madre, ella se adelanta y me da el dinero para que pague yo. La dependienta me cobra, me mete el libro en una bolsa, y tras un "gracias" me lo devuelve. Todo normal, de momento.

Salimos. La temperatura ha subido unos grados y el ambiente es bastante agradable. Mi madre, que no puede disimular cierto entusiasmo, me sugiere que tomemos un café en una terraza. Nos sentamos en unas mesas en un bar del puerto. El mar está de un azul intensísimo, y escuchar las olas tan cerca, descubro que es una de las cosas más placenteras que hay en esta vida. El viento mece las gaviotas en el aire, y ellas se dejan llevar planeando de una forma mecánica, se fían de su instinto, parecen dormidas, pero es la placidez que sienten. Las admiro, se sueltan, se dejan llevar, parecen vivir el momento. Otra vez pienso en la sencillez que me rodea. Parece tan fácil... Mi madre me saca, otra vez, de mi embelesamiento. Incluso se ha asustado un poco. Me ha visto tan concentrada que ha pensado que me había desmayado con los ojos abiertos. La tranquilizo. Todo va bien. Sonrío. A ella se le iluminan ligeramente los ojos.


Hace exactamente seis meses y trece días era una tímida y temerosa estudiante que se dirigía a diario a estudiar al instituto. Todos los días alguien me zarandeaba o me caía algún sopapo.

Hace seis meses y trece días todo se desbordó,  cuando unas chicas, normales, como yo, de mi misma edad, con padres responsables como los míos, me acorralaron cuando salíamos de clase y comenzaron a insultarme.

Hace seis meses y trece días me encontré tirada en el suelo, mientras recibía patadas, tirones de pelo y escupitajos. Nadie se paró a ayudarme.

Hace seis meses y trece días llegué a casa sin saber cómo, y me escondí debajo de la cama como un animal asustado. Parece ser que tuvieron que sacarme por la fuerza. Yo no respondía a ningún estímulo y dejé de hablar.

Tras varias sesiones de terapia intensiva en mi casa, empecé a reaccionar. Sin embargo, el terror a salir de casa se convirtió en una pesadilla insuperable.

Poco a poco con ayuda de personas maravillosas y de mis padres, pude pensar que podría seguir viviendo, aunque fuera entre cuatro paredes. Poco a poco aprendí que mi vida tiene un sentido para mí y para los que me quieren, y que lo demás pasa de largo y se desvanece con el tiempo.

Un día como hoy, he decidido que mi vida me pertenece. Que puedo moverme por donde me da la gana, y también he decidido que puedo tomar decisiones.

Un día como hoy, sonrío, pero de verdad, miro a las personas sin miedo, y hablo de temas interesantes. Me gusta mucho leer y escribir.

Hoy dormiré en mi cama, con cierta excitación, pero con la placidez que otorga coger las riendas.

Hoy la vida continúa. La ilusión vence al miedo.


sábado, 15 de julio de 2017

LIBRO: LUCES DE BOHEMIA


LUCES DE BOHEMIA (1924)

Ramón del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, 1866-Santiago de Compostela, 1936)



Ramón del Valle-Inclán refiriéndose al Esperpento: “Estoy iniciando un género nuevo, al que llamo género estrafalario. Ustedes saben que en las tragedias antiguas, los personajes marchaban al destino trágico, valiéndose del gesto trágico. Yo en mi nuevo género también conduzco a los personajes al destino trágico, pero me valgo para ello del gesto ridículo. Esta modalidad, consiste en buscar el lado cómico en lo trágico de la vida misma”

“La tragedia nuestra no es tragedia, es esperpento” dice Max Estrella (o Mala Estrella como le apodan diferentes personajes), el protagonista de la obra teatral Luces de Bohemia. “Los héroes clásicos reflejados en espejos cóncavos… El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”.

Tanto de la definición del autor como de la del protagonista podemos extraer alguna conclusión: los personajes que pululan por esta obra no están a la altura de las circunstancias, es decir, de su destino cruel o dramático. El escritor es como un ser superior que describe a sus personajes utilizando la parodia incluso en la muerte. Carecen de valores morales (Latino de Hispalis, el amigo y “hermano” de Max Estrella no duda en robarle en varias ocasiones) y encima son unos ignorantes desconocedores de su propio drama.

He leído en varias ocasiones Luces de Bohemia (una en el instituto, por supuesto) y con el tiempo y entendiéndola cada vez más, me voy percatando de que la vida sigue igual, de que es una obra cuyo escenario, salvando las distancias, podría ser la propia actualidad. Y recordemos que fue escrito en 1924.

La obra se sitúa históricamente en la época llamada de la Restauración (de la dinastía borbónica), aunque es difícil ambientarla en un tiempo concreto ya que se hacen referencia a varios hechos acaecidos con muchos años de diferencia y la trama transcurre en apenas veinticuatro horas. Se suele decir que en Luces de Bohemia Valle-Inclán condensó el tiempo, quiere describir un momento terrible y decadente, pero aludiendo al pasado para que entendiéramos aquel presente y así también captar la esencia de lo que vivió el autor.


Cómo hemos comentado, la historia se desarrolla en Madrid en diversos escenarios y con multitud de personajes (más de cincuenta, entre ellos Rubén Darío, que deambulan por “Un Madrid absurdo, brillante y hambriento”) durante veinticuatro horas y tiene una estructura circular: comienza en la casa del poeta Max Estrella, con el propio Max invitando a un suicidio colectivo, hace un recorrido por diferentes ambientes con su amigo Latino de Hispalis y la acción termina en la taberna de Pica Lagartos haciendo referencia precisamente a la muerte (¿suicidio?) de la mujer y de la hija del mismo (Madame Collet y Claudinita).

En este punto hay que hacer un inciso, ya que a pesar de que es un tema que ha sido objeto de conjeturas, casi nadie duda ya de que Max Estrella es el trasunto de Alejandro Sawa, un escritor y poeta que murió loco y ciego en la más pura miseria, al que conocía Valle-Inclán, y cuya muerte le afectó de una manera especial. Para muestra la carta que escribió a Rubén Dario:

“Querido Darío:

… He llorado delante del muerto, por él, por mí, por todos los pobres poetas. Alejandro deja un libro inédito. Lo mejor que ha escrito. Un diario de esperanzas y tribulaciones… Quería matarse. Tuvo el final de un rey de tragedia: loco, ciego y furioso.”

Volviendo al libro, el recorrido nocturno de este poeta, ciego y olvidado, que encuentra finalmente la muerte en el quicio de la puerta de su casa, le sirve al autor como propósito para aludir a otros temas:

Una denuncia a la situación político-social de la época. Como ejemplo de ello somos testigos de manifestaciones de obreros, incidentes con robos, altercados y la policía cargando contra todos. También se hace mención a la Acción Ciudadana u organización patronal; la corrupción es otro de los ejes de la historia en la que se alude a los llamados “fondos de reptiles” (¿nos suena esto de algo?) del Ministerio de Gobernación y Estado que se distribuían aquí y allá, comprando periodistas y publicaciones (“¿Qué dirá mañana la prensa canalla?”) y también concediendo puestos o cargos públicos.

La muerte es otro de los temas frecuentes en la obra de Valle-Inclán, el suicidio, la muerte de inocentes…, cada cual enfrentándose a ella de la manera que quiere o puede. Y unido a la muerte también la religión y la Iglesia (“la religión nueva”).

Y finalmente el tema recurrente, la visión de una sociedad carente de valores.

Es también de subrayar el lenguaje que emplea el autor: por un lado tenemos el lenguaje culto con un batiburrillo de neologismos (“abichado”, “chispotes” “hacer escombro”), con referencias históricas (“Artemisa”, “Belisario”), literarias (“Mal Polonia recibe…”, “Juventud, divino tesoro”, y mitológicas (“Minerva”), referencia a diferentes autores (Shakespeare, Verlaine…); a su lado el lenguaje vulgar (“gachó”, “mulé”) con vulgarismos (“apegarse”, “dilustrado”)  y la deformación fonética (“cráneo previlegiado”). Todo ello expresado por intelectuales, taberneros, policías, sepultureros, prostitutas... Según él, quería crear un nuevo lenguaje que respondiera a las exigencias de su tiempo pero “no solo una creación lingüística sino también de conciencia… Toda mudanza de idiomas es una mudanza en las conciencias”.

En resumen, un libro provocador con un humor irónico, valiente, una caricatura o sátira nacional, una crítica que va desde el que está más alto al que está mas bajo, que habla de la desesperanza, la burla, el héroe que no lo es, la bohemia pretenciosa y sin luz, la inutilidad de la administración pública, el fracaso, la angustia, la pobreza, la miseria humana… En fin, hay tanto que me dejo y se  pueden extraer tantas y tantas cosas. Cuando hablamos así de una obra es cuando podemos decir que estamos ante una obra maestra.

  

lunes, 10 de julio de 2017

RELATO: VENDETTA








Su porte "gangsteril" no ayudaba mucho. El vecindario se había convertido en un mundo hostil habitado por mujeres que cuchicheaban a su paso, hombres que le lanzaban miradas desafiantes y muchachos que corrían a esconderse en el momento que vislumbraban su inconfundible sombra asomarse por la esquina del edificio. No sabían que él no les veía y que no vivía con ellos, que habitaba en su mundo de espectros y de fantasmas recurrentes que eran su único salvoconducto para viajar hacia la violenta realidad, su único asidero, el nexo entre la nada y el todo. Ese todo revanchista y miserable.

Salidas nocturnas continuas. Muchachas de escasa ropa entrando en el edificio. En qué se había convertido no era una pregunta que se hiciera muy a menudo, ya que la respuesta le podía conducir al precipicio de la desolación, a la apertura de un sumidero por el cual filtrarse, a ser consciente de que todo estaba perdido.

Tenía varias jóvenes en casa, cada una con sus propias marcas indelebles, sus ojos inexpresivos y una belleza exótica pero cuarteada. Y cómo no, ese aire de veteranía impropia de su edad. Nunca dejaban de sorprenderle esas destrezas adquiridas en el lumpen, en los garitos de la impunidad y el olvido. Tenían libertad, podían marcharse cuando quisieran, pero él no podía asegurarles otra nueva salvación.

Por qué empezó a hacerlo, lo tenía claro. Por qué seguía haciéndolo, no tanto. Sabía que las especulaciones debían de ser de lo más diversas. Pero todo conducía inexorablemente a la más comentada, a la única que parecía posible e imposible: el proxenetismo. Sin embargo aquello era una contradicción. ¿Sufriría algún trauma o shock postraumático que le hacía actuar así? ¿Quería proyectar su frustración o lo que era peor, su venganza, sobre aquellas pobres muchachas? Nadie lo sabía ni nadie lo supo. Nadie se aventuró a conocer la verdad. Y no por miedo a represalias, sino porque la preocupación en lugares como aquel duraba lo que sugería un pensamiento, un acto: dos o tres segundos. Después se disipaba entre las brumas de la desidia cotidiana,  entre las dudas del qué pasará mañana, entre las pesadillas de náufragos a la deriva.

Pero aquellos individuos que merodeaban por su existencia, solo conocían la primera parte de su historia: una hija asesinada por un profesional de la trata de blancas. Desconocían la segunda: la venganza de un padre desengañado con la justicia. Sí, las mujeres jóvenes eran cobijadas por este hombre misterioso. Para ello, se adentraba en sórdidas bacanales que acababan en pesadilla, en cruentos escenarios en los que la policía nunca aparecería. Y no contabilizaba lo que llevaba a sus espaldas ya que la sangre derramada nunca era suficiente, la muerte no era suficiente, las mujeres rescatadas nunca eran bastantes. Y necesitaba más…, pero no había más. Cada marcha infructuosa, cada mujer que le escupía un “no quiero su salvación” a la cara, cada golpe que recibía, era un escozor en el alma, era un “¿por qué yo, papá?”  de su niña que se removía en la tumba…

Y un día no volvió. Las mujeres le velaron. Su ángel oscuro de la guarda descansó en paz. O eso pensaron ellas.

  

viernes, 7 de julio de 2017

CINE: LA TORTUGA ROJA


LA TORTUGA ROJA (2016)

Michael Dudok de Wit (Paises Bajos, 1953)





Hay películas que de entrada tienen todas las de perder porque poseen todo para que no te fijes en ellas: película de animación, muda, europea (es decir no está fabricada ni avalada por Pixar o semejante, luego no sabemos a qué nos enfrentamos), no es exactamente para niños (aunque la pueden ver y les puede gustar) y no te ríes con ella. Luego ¿cuáles son sus atractivos para que nos adentremos en ella? Pues aparentemente ninguno, por eso, a veces, me gusta informarme un poco acerca de ciertas películas que no vienen avaladas por campañas de marketing ni tienen los atractivos propios de este tipo de películas que normalmente están hechas para el consumo masivo (de pequeños y mayores).





Esta es una coproducción entre Francia y Japón (Estudios Ghilbi) y es el debut en la dirección de un largometraje de Michael Dudok de Wit que ya ganó un oscar al mejor cortometraje por Father and Daughter.

En ella se narra la historia de un naufrago que va a dar a una isla desierta habitada fundamentalmente por tortugas y cangrejos, y de su infructuosa lucha por salir de allí en varias barcas que él mismo se construye. La cinta comienza de esta forma sencilla y desoladora. La desesperación de este hombre está muy bien planteada con escenas en las que el ser humano se ve muy pequeño con respecto a la naturaleza que le rodea. Finalmente, si quiere sobrevivir, deberá establecer una relación con este fascinante entorno que le aportará las más bellas sensaciones pero también la crueldad más extrema, y que se materializará en una historia de amor fantástica y sobrenatural.





Es una historia que atiende mucho a los detalles: el grupo de cangrejos que le acompañan, las gotas de lluvia, el viento sobre los árboles, una botella de cristal… El dibujo es simple, el tradicional, sin grandes pretensiones. Como hemos comentado es muda (o mejor dicho, no tiene diálogos), tan solo se escuchan los gritos de las figuras humanas y los sonidos de las criaturas y la naturaleza. Todo en perfecta armonía con la música de Laurenz Pérez del Mar (el apellido parece creado ad hoc). Esta característica la hace ser muy sugerente, metafórica y de una expresividad increíble y hace que disfrutemos más de las preciosas imágenes que se van mostrando.





Película valiente y sensible en la que prevalece el amor y el afán de superación. Es una hermosa parábola del ciclo vital humano (que acaba como ya sabemos) y que transcurre de manera lenta y sosegada (no apta para espíritus inquietos o amantes de ritmos vertiginosos). Aborda temas como la pérdida inesperada, la vuelta del ser humano a su historia primitiva, la infancia, la muerte, etc.





Es una película que te acuna en el vaivén de sus olas, que opta por la sencillez y la vida centrada en las pequeñas cosas. Es una oda a la soledad y también la satisfacción por el encuentro de una compañía inesperada y sorprendente. Una delicia visual para tomársela con calma y a sorbitos en una aburrida post siesta de verano.



Nota para el que esté interesado en visionar la película: para ver esta película yo utilicé la plataforma digital Filmin, supongo que se podrá encontrar en lugares similares así como en DVD.



TRAILER





lunes, 3 de julio de 2017

RELATO: FELICIDAD







  

DIARIO DE ELENA



Todo comenzó cuando un día en clase de literatura estaba leyendo un poema de Juan Ramón Jiménez en voz alta; aunque creo que lo que me ocurrió habría pasado con cualquier otro poeta. De repente sentí un ahogo y un mareo.

—No puedo seguir —le dije a la profesora que miraba ensimismada y distraída por la ventana. —No me encuentro bien.

—Ah, bueno, pues que siga Raquel. —Y juro que me puso cara de cierto asco. Creo que no soportó que la sacara de sus ensoñaciones.



Otro día en un examen de matemáticas me quedé en blanco. Pero no porque no  supiera las respuestas, no fue eso, simplemente la mente se me quedó como sin pensamientos, ni buenos ni malos. Era una especie de planta sentada en la silla, consciente de mí, pero sin percatarme de nada más. Me quedé en este estado catatónico mirando al suelo durante treinta minutos. Solo yo parecí darme cuenta, pasé inadvertida entre tanto cerebro concentrado. No aprobé ese examen ni los siguientes, por supuesto. Mis padres aludieron a los chicos que todo lo descolocan.

.—Ya te darás cuenta de las tonterías que se hacen a tu edad, pero cuando lo hagas será demasiado tarde. —Me animaban.



Dejé de salir con unas amigas que tenía. Fue muy fácil, solo tuve que desactivar las notificaciones del Whatsapp y desaparecieron como la espuma. No tuve ninguna llamada aludiendo a esta circunstancia, tampoco la esperaba. Solo Sara tuvo algo parecido a una preocupación cuando me vio por los pasillos del instituto.

—¿Se te ha roto el móvil?

—Sí, creo que sí.

—Ya, cuando tengas el nuevo nos lo comentas, chao.



Dejé de comer tres veces al día, con una me bastaba. No es que me considerara una chica gorda y quisiera bajar de peso, simplemente no necesitaba más, no tenía apetito.

Pasaba mucho tiempo frente al televisor, no me interesara lo que dijeran, eran las imágenes las que me entretenían. Hablaba poco, lo suficiente para responder a mis padres y luego me iba a la cama.



Pero solo dormía unas tres horas. Después me desvelaba y me sentaba en la cama. Me quedaba quieta mirando a la ventana. Y un día las lágrimas me empezaron a brotar de forma compulsiva noche tras noche y de tanto escurrirse por las mejillas me hicieron un surco violáceo. 

Ahora tengo a mis padres preocupados.

Estas han sido las últimas palabras que he escrito en este diario.



* * *



—¿Desde cuándo escribe un diario?

—No lo sabemos, lo encontramos hace unos  días, y como ve, no hay fechas que lo indiquen.

El médico se revolvió inquieto en la silla.

— Verán, el desarrollo de una personalidad compleja o depresiva en adolescentes hacía tiempo que no se daba. Creíamos haberlo erradicado. Esto no debería de haber pasado.

—Últimamente ya no habla, se sienta a ver la televisión o se tumba en la cama. Parece como si pensara…

—¿Vida social?

—Nula.

—¿Estudios?

—Todo suspendido.

—Vamos a ver, cómo se lo explico…, la vacuna que se desarrolló va directa al cerebro. Es como aquellos antiguos antidepresivos pero a lo bestia… bueno no sé si es la palabra correcta… pero sin ningún efecto secundario, de ahí su valía. Regulan de tal forma la serotonina y las endorfinas que se llega a la satisfacción plena. Pero para eso hay que reducir la actividad neuronal; todo eso se pensó concienzudamente. Así como el hecho de que habría que aplicarla en adolescentes que es cuando se producen mayores alteraciones en el comportamiento. En resumen: su hija debería ser feliz.

—¡Pero no lo es! —El hombre pegó un puñetazo en la mesa— Disculpe… mi mujer y yo estamos un poco nerviosos. No habíamos visto nada similar. Bueno, miento, sí en adultos, pero en adolescentes, casi niños…, es inhumano. Hemos preguntado a amigos y no saben que respondernos, nos sentimos muy solos con todo esto.

El hombre agachó la cabeza; su mujer miraba a algún punto incierto por encima del  médico. Este entrelazó los dedos y se dispuso a decir algo trascendental:

—Su hija parece estar desarrollando una reacción a un mundo que no comprende. Es como si estuviera, como decirlo, desorientada. Esto solo puede deberse a que su cuerpo se ha hecho resistente a la vacuna.

—No acaba de entendernos, doctor. No queremos más explicaciones, queremos una solución. Estamos dispuestos a pagar lo que sea.

El médico asintió pensativo y se levantó. Se dirigió a la ventana y observó. Era la hora de salida del instituto de enfrente. De repente el eco de un estruendo en forma de carcajadas inundó la estancia.

—Hay algo… —comentó— es un medicamento nuevo, pero está en fase experimental, aún no se ha comercializado.

—¿Qué quiere decir?

—Lo que le he dicho. Que todavía no estamos seguros ni de su eficacia al cien por cien, ni tampoco de sus contraindicaciones. Pero si se confirman los resultados obtenidos de la experimentación en laboratorio, todo indica que estamos ante un gran descubrimiento.

—¿Qué descubrimiento?

—La absoluta y cuando digo absoluta digo total, ausencia de dolor emocional. En definitiva la eliminación de la tristeza en las generaciones venideras.

—Pero eso es grandioso, doctor…



* * *



DIARIO DE ELENA



No es que tenga necesidad de seguir escribiendo en el diario, pero los médicos me lo han pedido para que puedan hacerse una idea de mis sensaciones y sentimientos desde que inicié el nuevo tratamiento.

¿Qué puedo decir? ¿Se puede pedir más a la vida?

He vuelto a “conectarme” con mis amigas del Whatsapp, tenía casi mil mensajes sin abrir. ¡Cómo me he reído! Son muy cotillas… pero me encantan, ha sido entretenidísimo hablar del nuevo color de pollo del pelo de Paula, o de la ridícula falda demodé que se ha comprado Erika.  Les he comentado que ¡por favor!, no me hagan hacer tales locuras, que me avisen antes, que no quiero ser el hazmerreír…



Ha pasado ya una semana del inicio del tratamiento.



Ayer fue un día terrible para mi familia. Se murió nuestro gato Ricky, tenía ya quince años. Intenté abstraerme del tema poniéndome los auriculares para escuchar música en el móvil, mientras ellos hacían una especie de funeral en su honor en el jardín. No pude evitar emitir una carcajada. Me miraron con cara de no entender.

—A ver, todos vamos a morir, el gato, vosotros…, será mejor que lo asumamos cuanto antes.

—Pero, tú querías mucho a Ricky… —Mi madre incrédula me contemplaba con los ojos como huevos.

—Por supuesto ¿y? ¿Queréis que me ponga a llorar por las esquinas?



En mi casa me observan como si fuera una marciana sin sentimientos. Pero, ¿qué quieren? Si nunca he sido más feliz… No les entiendo, estoy remontando la nota media que tenía en el curso. Me gusta ir al instituto y participo de todas las tareas escolares. Tengo muchas amigas y creo que le gusto a Dani, que antes no me hacía ni puñetero caso…



Han pasado ya tres semanas del inicio del tratamiento.



Hoy me he levantado a las nueve. He ido a estudiar. He salido a las tres y he comido en casa a las tres y media. He hablado con mis padres de algo intrascendente. Por la tarde he estudiado tres horas y he hablado con mis amigas por el móvil y he cacharreado con el ordenador. He cenado y me he ido a dormir.



Ha pasado un mes y medio del inicio del tratamiento.



Hoy me he levantado a las nueve. He ido a estudiar. He salido a las tres y he comido en casa a las tres y media. He hablado con mis padres de algo intrascendente. Por la tarde he estudiado tres horas y he hablado con mis amigas por el móvil y he cacharreado con el ordenador. He cenado y me he ido a dormir.



Hoy me he levantado a las nueve. He ido a estudiar. He salido a las tres y he comido en casa a las tres…