jueves, 20 de octubre de 2016

RELATO POR ENTREGAS


MUERTES COLATERALES
CAPÍTULO 2

Solíamos ir al cine, a hacer las compras, a comprarnos los pocos vicios que nuestra situación nos podía proporcionar.
Recuerdo que solía venir a cenar a casa con su marido, César, que era, y es, un ser adorable por el que sentías simpatía a primera vista. Mi marido y él enseguida congeniaron, ya que también tenían cosas en común, como el tenis. Solían acudir dos veces por semana al polideportivo a jugar con otros conocidos. Miriam era una persona entrañable. Y ahora está muerta. Y no me lo puedo quitar de la cabeza. Desapareció como el humo, en plena luz del día, y apareció esa misma noche muerta en el bosque. Estoy desolada.
¿Y las otras dos mujeres? Parece ser que eran dos chicas que hacían la calle, pero eso no quiere decir nada. Nadie merece morir de una manera así. ¿Quién es el desalmado, y qué pretende? Dejar a las tres mujeres en el mismo municipio y en el mismo exactísimo lugar es algo que no tiene sentido. Puede jugar en su contra. Y sin embargo lo ha hecho. El cerco parece que se estrecha, y todo el mundo apunta ya a un vecino de la localidad. Estamos hablando de tres mil habitantes, un pueblo pequeño. No puedo salir de casa sola, aunque sea de día, tengo que salir acompañada de mi marido constantemente. Me he vuelto una paranoica. He vuelto al psiquiatra. Hacía años que no lo hacía, pero esto ha vuelto a despertar eso que está latente dentro de mí, y que situaciones estresantes como esta lo desatan.



Menos mal que tengo a Antonio a mi lado. Sería insufrible pasar las noches sola en esta casa. Cuando va a trabajar, no tengo más remedio, y el tiempo se hace eterno.
No hago más que escuchar ruidos por todos los lados, y sé que son fruto de mi imaginación, pero para mí son tan reales. Incluso he llegado a pensar que los objetos cambian de sitio. Dejo el mando a distancia en un lado y aparece en el otro. Mi imaginación se ha desbocado. Cada media hora exacta, miro debajo de todas las camas de mi casa hasta tres veces para asegurarme. Abro todos los armarios y los dejos así casi todo el día, así puedo ir repasándolos poco a poco y, comprobar que nada y nadie, se encuentra dentro.
Cuando vuelve a Antonio de trabajar, me relajo completamente y puedo llorar hasta hartarme.
*        *        *

Capítulo anterior                                                                Capítulo posterior


2 comentarios:

Haz un comentario